DILEMA AMISTOSO

Desconfianza. Palabra que por algún motivo, todavía desconocido para mí, está presente en mi vida estos últimos meses.

¿Cómo podemos saber si realmente debemos confiar en alguien o no?
Esa es la pregunta del millón. Sin embargo, la respuesta es sencilla: nadie lo sabe.

El ser humano se mueve a base de instinto, lógica y emociones subjetivas, al menos en lo que respecta a relaciones con otros humanos en cualquier ámbito.

A cualquiera le gustaría saber si la confianza que está depositando en una persona que dice ser amiga es correspondida o no, pero hay que tener fe en que la otra persona está siendo sincera y honesta, y jugársela.
Si sale bien, genial, ya tienes una verdadera amistad; en caso contrario, ya has aprendido una nueva lección de vida. Pero una vez conseguimos lidiar con esta parte, los recuerdos, las decepciones… llega la gran pregunta: ¿Cómo saber cuándo rendirse con alguien? ¿Cuándo debemos tirar la toalla con una amistad?

Pongamos un ejemplo:
Una amistad de varios años, que siempre ha estado ahí en las malas, pero cuando estás bien, si te he visto, no me acuerdo. Ni un sólo mensaje, ni una llamada… nada.

Pongamos otro ejemplo:
Una amistad de varios años, que siempre ha estado ahí en las buenas, pero le cuesta estar en las malas. Siempre está dispuesta a salir, festejar, tomar algo, pero cuando la cosa está seria, brilla por su ausencia.

Para mí, en el caso del segundo ejemplo es clara la decisión que tomaría, pero… ¿Qué pasa con el primer ejemplo? ¿Vale la pena poder confiar en alguien que está cuando más lo necesitas pero no está para los momentos de alegría? ¿Es viable tener una amistad en la que confías plenamente pero que de manera constante sientes su ausencia? ¿Es posible seguir confiando en alguien que tienes la sensación de no conocer? Es decir, sí, hace años que tienes esa amistad. No obstante, ¿qué pasa cuando esa amistad se enfría o cuando no sabes cuál es su estado actual? ¿Cuándo se acuerda de felicitarte las navidades pero el resto del año, si no le llamas o escribes tú, ni se acuerda de hacer acto de presencia en tu vida?

Ese es el gran dilema. Una parte de ti sigue teniendo fe en que todo tiene solución menos la muerte. La otra parte hace tiempo que se ha cansado de luchar.

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